sábado, 3 de agosto de 2013

El zorro estepario

Un zorro colorado se oculta entre la flora de la estepa patagónica
Se podría decir que el zorro es un animal prestigioso. Su comportamiento solitario, la capacidad de adaptación a ambientes hostiles, más la sagacidad y cautela para la caza ha llevado a que se lo identifique con la astucia, es decir ese atributo de poder engañar y sorprender para sobrevivir y salirse casi siempre con la suya.
Sin embargo en la Patagonia también es un animal repudiado: en el 2011 se pagaba 100 pesos por cada cuero al peón que combate al zorro colorado. Los gobiernos provinciales y la sociedad rural promocionan la caza de esta especie para proteger la extensión ganadera. Sin embargo el zorro colorado está lejos de extinguirse.
Es el zorro colorado una variante de la especie de cánidos que se extiende a lo largo de Sudamérica. No obstante, es en la Patagonia donde encuentra su mayor extensión territorial hacia el este, favorecido por la baja densidad demográfica y por la presencia de ganado de carácter extensivo que le aseguran alimento durante todo el año y a lo largo y ancho de la región austral. Se lo identifica de otras especies similares (como el zorro gris, de menor tamaño) por presentar una coloración rojiza en las patas y en la cabeza, mientras que el vientre, cuello, boca y lomo son por lo general de color blanco, gris y negro.
Durante los meses de agosto y octubre es el tiempo de apareamiento y reproducción. Por lo general nacen camadas de entre 3 y 5 crías, pero en algunas ocasiones se han encontrado madrigueras con hasta ocho ejemplares en guaridas naturales o cuevas construidas por ellos mismos.
A pesar de la presencia del puma (único predador natural del zorro, aunque en una población notablemente reducida) y de la vocación de los humanos por exterminarlos, el zorro se la ha rebuscado para continuar viviendo entre los bosques y la estepa patagónica.
Su alimentación primordial son los roedores, liebres, aves y carroña por lo que hasta el siglo XIX esta especie se lo encontraba reducido sobre la franja de la cordillera andina. Pero la extensión de la ganadería ovina y la introducción de la liebre europea le aseguró al zorro otros alimentos en terrenos más hostiles como la fría e inhóspita estepa.
El zorro tiene hábitos solitarios. Recorre grandes extensiones de campos abiertos, pastizales y bosques por lo general a partir de las horas del crepúsculo y hasta el amanecer en un terreno promedio de 10 kilómetros cuadrados. Sólo comparte el territorio un macho y una hembra para fines reproductivos; y será el macho quien se encargue de alimentar tanto a las crías y a la hembra llevando comida a la madriguera.
El zorro es un animal celoso de su territorio y lo defienden de otros ejemplares de su misma especie con su mayor ferocidad. En el extremo de la cola, al final del pelaje oscuro, cuenta con una glándula odorífera que utiliza para marcar su área de caza. Este amplio territorio no se solapa nunca con otros zorros salvo para los fines reproductivos.
Su carácter sagaz y su astucia le sirven para incluso quitarle la comida a otros animales mayores como el propio puma, lo que ha generado la admiración de los naturalistas. Su hábito de caza se caracteriza por una especial cautela para identificar su presa, paciencia para encontrar el momento oportuno y acercarse de manera sigilosa, casi imperceptible ayudados por sus sentidos de la vista, el olfato y el oído agudamente desarrollados. Al momento de atrapar su alimento, el zorro es letal y puede alcanzar una velocidad de hasta 50 kilómetros por hora.
Más allá de que los gobiernos locales y las sociedades ganaderas buscan alternativas para “el control y monitoreo” de la especie; los estudios muestran que el despoblamiento de las estancias y la estepa ha contribuido a que nuestro envidiable zorro colorado haya incrementado su presencia en la Patagonia en la segunda mitad del siglo XX.
Los estrategas de la ruralidad han propiciado la caza furtiva, diseñaron pinturas disuasorias para maquillar a las ovejas, sembraron de trampas la región, colocaron alambres especiales y hasta matan las crías en las madrigueras. Pero a pesar de todo el esfuerzo del hombre, el astuto zorro, cuando comienza a ocultarse el sol, entre las matas achaparradas, y confiado en sus agudos sentidos, sale a conseguir su presa, cauteloso y paciente, para salirse una vez más con la suya.   

Mantienen un espacio de caza de 10 kilómetros cuadrados; solitarios y nocturnos
  

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